miércoles, 29 de agosto de 2007

Un fin de semana y unos cuantos días más tarde...

Aquí estoy de nuevo, dando la cara ante el público en solitario, sin ningún apoyo del resto de la redacción. El plan era continuar el relato de mis aventuras del fin de semana pasado y llenar otro post con las de este, pero el trabajo y la vida se confabularon para que no escribiese.

Como ya ha pasado mucho tiempo desde el día 20 y las noticias enseguida pierden actualidad, resumo mis desventuras del domingo anterior, que palidecen con las de este último fin de semana.
Nos habíamos quedado en un coche con las tuercas (todas menos una) recién apretadas y un par de botellas de rioja en el maletero, y con un plan para el resto del fin de semana: preparar una empanada.

Con la empanada en mente fuimos hasta el Rainbow donde tuvimos una charla muy interesante con una cajera que quería saber qué podía contener un frasquito de cristal que costaba 17 dólares cuando la farmacia está cerrada. Sí, ya sé que las empanadas llevan pimentón, y no azafrán, pero un fallo lo tiene cualquiera y, a partir de ahora prepararé unos arroces muy ricos.

Cuando llegamos a casa, eran las doce de la noche y ya no tenía ganas de volver a salir de casa, así que tocó empanada sin pimentón. La verdad es que para ser la versión 1.0, la empanada no quedó nada mal, aunque la falta de pimentón y de levadura (no sé qué diran los expertos acerca de usar baking soda para esto) no auguraba nada bueno.
El principal problema es que a la una de la mañana, en pleno proceso de cocción u horneado del experimento, saltó la alarma de incendios y, diez minutos después, se me rompió la barra de abrir el horno. A la mañana siguiente, cuando andábamos bastante apurados para ir a la comida/cena de Sensei, una de las lavadoras también decidió que no quería seguir trabajando y en vez de poner la secadora, tuve que dedicar un buen rato a pescar calcetines de un tanque a 70ºC y poner otra lavadora.
Pero bien está lo que bien acaba, y por la tarde (aunque también nos quedamos sin combustible a mitad de camino y tuvimos que parar en la gasolinera más horrible de la ciudad) disfrutamos mucho en buena compañía. Como últimamente no tengo muchos logros que reseñar, tengo que recurrir al triunfo de mi equipo jugando al Pictionnary, indiscutible y más destacable por ser el único que tenía dos extranjeros. Sobre los juegos para ampliar vocabulario a través de la mímica no voy a comentar nada, porque hicimos uso liberal de la piña colada, rioja y vinos caseros ribera del Mississipi, y hay cosas que quedan mejor en privado.

Y a la espera de las peripecias de este último fin de semana, os mando una foto de la última adición a la familia: un acrobot.
Ya sé que hasta ahora me había mantenido fiel a la decisión de no comprar nada que no fuese útil o muy bonito, pero es que es un acrobot precioso.

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