sábado, 6 de octubre de 2007

Y sigo aquí...

La semana siguiente fuimos a apuntarnos para los Open Water dives (antes de que decidiese no hacerlos), fuimos a visitar a Louise (acabamos quedándonos a cenar en su casa) trabajamos y limpiamos un poco la casa. El sábado también nos dio tiempo a apuntarnos en el Minnesota Sword Club, que parece un sitio interesante, con unas políticas y ambientillo similar al que tenemos en casa. Empezamos a ir por allí el día 5 y no nos decepcionó: las clases están bien y siempre hay bastante gente dispuesta a tirar y a perder un poco de tiempo enseñándote cosas. La principal diferencia es que aquí la mayoría de la gente lleva haciendo esgrima 10 o 20 años y que te ganan sin apenas moverse. Eso sí, les parece extraño que un ratoncillo con una técnica totalmente inexistente se atreva a atacarles de verdad y que no se limite a repetir los movimientos de la clase. Yo creo que no se dan cuenta de que el ratoncillo simplemente no se sabe los movimientos de la clase y hace lo que puede, je, je. En cualquier caso, es muy entretenido y agradable, y una buena forma de aumentar un poco nuestra vida social por aquí, bastante escasa ella.

Así, los días 8 y 9 de Septiembre, en Square Lake, cerca de Stillwater, MN, obtuvimos el certificado. Lo mejor de todo esto, que cambió una gran aprehensión por un fin de semana muy bueno fue el ver que ninguno de los dos instructores era una cara conocida.
El agua estaba calentita, los días no tanto, había algas, peces, arena, lodo, una plataforma en el fondo del lago con un telefono dentro de un inodoro y muchas cosas que hacer. Todo fue muy bien y bastante divertido (perseguir pececitos es fantástico) hasta que tocó hacer el complete mask flood. Y ahí musmu, a 8 metros de profundidad, se tragó medio lago, se tapó la nariz y tardó 5 minutos en volver a respirar con normalidad, tosiendo, usando con liberalidad la función de purgado del 2nd stage y agarrándose a la plataforma para no tener que preocuparse de ningún tipo de movimiento. La segunda vez no fue mejor, pero conseguí dejar algo de agua para el resto de habitantes del lago, a instancias de un pececillo que se me quedó mirando muy interesado durante todo el proceso y el consiguiente burbujeo. A diferencia de mis experiencias en la piscina, el instructor se molestó en explicarme cómo se debían de hacer las cosas y en practicar un poco conmigo en la orilla, no sirvió de mucho, pero al final, mientras desmontábamos el equipo y lo montábamos otra vez (hay que hacerlo un montón de veces en todas las prácticas) se limitó a decir que lo probaríamos en la siguiente inmersión. Después de un rato, volvió a decirme que realmente, aunque me había tragado medio lago en el proceso, había conseguido llenar la máscara de agua y volverla a vaciar (¡dos veces!) y que me había ahogado con gran serenidad y presencia de ánimo durante 5 minutos sin subir a la superficie ni hacer ninguna tontería, con lo que por su parte, había pasado la prueba. Tras la segunda inmersión sí que se mosqueó un poco conmigo, porque conseguí quitarme la máscara completamente, agitarla un rato por ahí y volvérmela a poner sin ningún problema ni para mí, ni para la ecología del lago. En cualquier caso, se lo veía muy contento por mi hazaña aunque luego me reconoció que no entendía nada. En resumen, conseguí mi certificación, tengo 1h 56 minutos de inmersión registrados en mi log y, puesto que mi único problema con el buceo parece ser el proceso de inundar a propósito mi propia máscara (puedo nadar sin ella, quitármela y volverla a poner... ) y no es una actividad a la que piense dedicarme debajo del agua con mucha asiduidad, estoy preparada para nuevas aventuras.

El dueño del camping en el que estábamos haciendo todo eso (Golden Acres, creo que se llamaba), todavía se debe acordar de mí y de los 7.5 dólares en monedas de 10 céntimos que le dí para pagar el parking (en realidad no soy un ser tan vil, pero como cuando llegamos no estaba, había que dejarle el dinero en un sobrecito y no estaba dispuesta a darle un billete de 20 dólares para eso; cuando acabé de contar las monedas y meterlas en el sobrecito, el hombre apareció en la ventanilla y ya no tenía ganas de buscar medios de pago alternativos).




El fin de semana siguiente fue más relajado, aunque en la Universidad tienen unas ideas un poco extrañas acerca de la programación de cursos, y sábado y domingo me levanté a las siete y media de la mañana para ir a un curso sobre estructura de ADN. Interesante, aunque no directamente aplicable al trabajo que estoy haciendo, ya que la mayoría de los modelos utilizados eran coarse-grained.

Tarfearauko volvió entusiasmado el sábado con todo lo que había aprendido en su primera clase de esgrima (al parecer aquí el estándar es practicar no menos de dos tocados seguidos), y yo, después de haber pasado en clase todo el día y comido solita en el Noodles (George es un cobarde que al final sólo fue al curso por la tarde), llegué a casa a las cinco y media, hora a la que cogimos el coche para ir al outlet de Albertville cargaditos de cupones y hacer acopio de ropa para el invierno. Al final no compramos demasiadas cosas (al menos para el invierno), pero en el viaje de vuelta comenzamos a apreciar lo que sería el principio del fin para la bomba de agua de nuestro coche: súbitamente subió la temperatura, saltó la alarma y la aguja volvió a bajar a índices normales en cosa de un minuto. Como estábamos rodando en la dirección adecuada, decidimos no tocar nada en ese momento, pero nos pasamos la semana siguiente rellenando el circuito de anticongelante, dándole vueltas al coche por el barrio e intentando ver qué pasaba (la pela es la pela).

Teníamos una teoría acerca de burbujas en el radiador, fruto del alegre y artesanal conectar y desconectar de manguitos y tuercas descrito en un post anterior, pero el 22 de Septiembre, día fatídico en el que nos dirigíamos con George a comprar un sofá-cama en el Ikea (al final tampoco tenían el sofá que él quería y tuvo que volver en bus el domingo) el coche empezó a escupir líquido verde y ya no pudimos negar más la evidencia.
Lo más divertido de todo el asunto es esa misma mañana ¡por fin! habíamos conseguido transferir el título de propiedad del coche. En fin, que nada más hacer oficial la compra se fue al traste. El proceso de transferencia tuvo su gracia, ya que Kenneth, como parece habitual, empezó a cubrir el formulario, puso su carnet de conducir donde tenía que poner el mío, y decidimos que lo mejor era ir a hacer directamente todos los papeles en la oficina de la DMV. Resulta bastante curioso que la DMV en St. Paul esté dentro del Sears, pero hay que reconocer que parecían ser más eficientes que los de Minneapolis, al menos en la gestión de colas, ya que no nos van a dar el título por lo menos hasta diciembre :'( .

Coche al taller el domingo (Miguel nos llevó hasta el taller donde él dejaba su coche y donde todo el mundo hablaba español), coche de vuelta el martes y factura de 675 dólares. Lo único bueno de todo esto es que de paso (tuvieron que desmontar casi todo el motor para llegar a la bomba) le ajustaron todas las correas y le arreglaron también la luz de la batería que nunca se apagaba, con lo que el coche tiene mucha mejor pinta que la que tenía cuando lo compramos.

Ya me estoy aproximando a la actualidad y se está haciendo un poco tarde (T. está encantado porque Hamilton se acaba de salir de la pista y Ferrari va ganando, pero a mí se me están cerrando los ojos), así que sigo mañana. Podéis dormir tranquilos sabiendo que nuestro coche-vaquita sigue sano.

Un abrazo,

musmu

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